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29 de septiembre de 2012

EL PURO DE RAJOY




A medida que pasa el tiempo, el corazón de España se llena de una espuma ácida que le estorba para respirar. Claro que también puede ser por el humo del puro que Rajoy se ha fumado en Nueva York, como si la pesadilla hubiera terminado. Churchill también fumaba puros, pero a cada cual le sentaba de manera diferente. El inglés, en todo caso, era un hombre de Estado, y el gallego sólo es un funcionario de color gris y de espíritu blandileble. Nada nuevo, por cierto, pues hasta los suyos abandonan el barco, como la brava Esperanza, último bastión de un Partido Popular que ha devenido en claudicante, consentidor y pietista. No en vano, los catalanes se hacen ahora cuentas de sus putas tristes para exigir a Rajoy que pague las noches locas, el descorche cabaretero y hasta los parterres floridos del barrio chino. Y llega Rajoy como si fuera el rey Midas y, de donde no hay, le afloja al catalán una pastizara, que entre todos tendremos que pagar a un interés de usurero chino. Pero encima llega el mandibulario Artur Mas, supermán de las Ramblas, y anuncia que Cataluña se las pira vía referéndum ilegal y que a los españoles nos vayan aplicando al ritmo de un vals lánguido y como en tono de sardana.
         El resultado, claro está, es el desplome de la Bolsa, la subida de la prima de riesgo y la huida de las cocottes hacia parajes más cálidos y suculentos. España, otrora refugio de vírgenes y tafetanes, se ha quedado para vestir los santos de la miseria. Porque lo que no se entiende es que nos vayamos de putas a Barcelona y, después de pagarles una fortuna, más de cinco mil millones de euros, haya que coger el “scotch-brite” y abrillantarles el bidet. Antiguamente, en tiempos de Franco, uno iba al Molino Rojo, rezaba un par de quiries con una de las señoritas de Avignon, a tanto el sobresalto, y se volvía para la capital con los números en regla y como a la par. Otra cosa, nano. Pero es que ahora, después de limpiarte el cofre y dejarte literalmente “in fecundo”, como dice el rey, van las titis y se ponen en referéndum para dirimir si es un moro de Tánger el que te descose la próstata o uno de esos charnegos del Senegal en plan Príapo de la selva africana.
         Claro que, a lo mejor, la balanza de pagos se equilibraría si nos negáramos a comprar productos catalanes. Es una idea ya muy extendida entre la clientela española. Al fin y al cabo, su mercancía se distingue del resto porque su código de barras comienza por los números uno y cinco. Sería muy sencillo arruinarlos. De momento, para la Navidad, he descubierto un champán francés, “André Clouet”, a muy buen precio y francamente delicioso. No en vano, los catalanes aún no han conseguido dar con la tecla de los vinos espumosos. Sin embargo, a un servidor, se lo digo en serio, le importaría un carajo que los catalanes tomaran las de Villadiego. La verdad es que se merecen experimentar la independencia en todo su esplendor. Hasta la fecha, la hemos sufrido los españoles en forma, mayormente, de un insoportable dolor de cabeza. Pero no me refiero a un federalismo, simétrico o asimétrico, ni a un Estado catalán asociado y otras mandangas, no, me refiero a una independencia pura y dura: aduanas en la frontera, el veto europeo, aranceles imposibles y el Barsa jugando con el Palamós. ¿Se imaginan a un Messi gordo y reumático por falta de ejercicio? ¿Se imaginan el éxodo de empresas hacia el Reino de Aragón? ¿Se imaginan a Artur Mas dirigiendo el tráfico en una Diagonal con aromas de gasógeno? Me fumo otro puro como el de Rajoy.

22 de septiembre de 2012

EL DANDISMO



CARTAS A DORA MALENGO
21 DE SEPTIEMBRE

QUERIDA DORA: Qué alegría saber que estás ahí, que no te has ido, aunque tu presencia esté rodeada de un infinito casi insalvable. Cómo me agradaría si te aparecieras en mis sueños y me dejaras así tu mensaje de diosa, moriría de placer si de noche te llegaras a mí como una madonna envuelta en los siete velos de Isis. Pero lo más triste es que esta mañana, más allá del mediodía, he creído verte en la playa, a lo lejos, cuando la mar grisácea rugía y el viento soplaba hasta ensordecerme el alma. Sin embargo, te presentí sobre el horizonte, dándome con la mano, tratando de decir algo que yo necesitaba oír. Sin embargo, sabes muy bien que las diosas como tú sólo se hacen visibles a la hora de las sombras, en las tempestades del sueño, cuando la magia sacude la realidad como si fuera una manta empolvada. Me refiero que es a la hora de lo inconcebible cuando tus mensajes serán escuchados, leídos, analizados, discutidos, como en una tertulia conmigo mismo, sobre el peluche rojo de un café parisino.
Precisamente, hablando de tertulias, te diré que han venido a verme mis amigos de Messolonghi, a quienes recogí ayer por la mañana en el aeropuerto de Málaga. Juntos fuimos a ver la exposición de carteles abierta en el museo Picasso. Nada más entrar, mis amigos corrieron a ver los carteles del pequeño Toulouse, como ellos decían, y en especial aquellos en los que aparece Jane Avril, ya sabes, la famosa bailarina del Mouline Rouge. Todos decían haberla conocido, incluso Gabriele insistió en el hecho de haber tratado al padre, el marqués italiano Luigi de Font, y a su madre, La Belle Elise, una cantante y bailarina que murió alcoholizada y completamente loca de atar. También Jean, me refiero a Jean Cocteau, nos dijo haber conocido a uno de sus amantes, el escritor René Boylesve, un escritor que al principio de su carrera fue comparado nada menos que con Proust, aunque no tardó demasiado tiempo en contagiarse con la banalidad de los ambientes que solía frecuentar. En cambio, ninguno de nosotros sabía quién demonios era ese tal Maurice Blais, el pintor alemán con quien Jane se casó a los cuarenta y dos años. Ni siquiera Amadeo o Duchamp, que fueron del ambiente, se acordaban de haber visto algún cuadro suyo.
Por la tarde, después de comer, formamos tertulia y estuvimos hablando casi hasta las nueve de la noche. Nunca habíamos tocado el tema del “dandismo”, seguramente porque lo daban todos ellos como tan suyo que jamás se les ocurrió abordarlo. Si embargo, he de reconocer mi propio mérito al provocarles y soltarles la lengua al respecto, pues ya tenía uno ganas de que se manejaran con un asunto que tan íntimamente les concernía. ¿Te imaginas, mi querida Dora, a unos dandis discutir sobre dandismo? Claro que estando presente Baudelaire, el más teórico de todos ellos, al principio nadie se atrevió a contradecirlo. Solamente, cuando el aguardiente de orujo comenzó a tomar cuerpo en la sangre de la mayoría de los contertulios, las discrepancias se decidieron a saltar sobre los mármoles lapidarios del café. 
Curiosamente, la primera discusión seria que se produjo fue acerca de si Oscar Wilde, quien estaba presente, era o no un verdadero dandi. Desde luego, el divino Oscar tuvo mucho que decir al respecto; tenías que haber visto con la elegancia que gesticulaba, además de la inteligencia y humildad de sus palabras, sobre todo cuando advirtió que la perfección no era concebible ni siquiera en el dandi. Quería decir, claro está, que si su pecado, señalado por Baudelaire, fue la incontrolable pasión que en vida sintió por Alfred Douglas, el resto de su comportamiento fue toda una lección de puro dandismo. Baudelaire tuvo que callarse, claro está, cuando Wilde le reprochó a su vez el odio incontenible que aquel sintió hacia su padrastro, el coronel Aupick, por el simple hecho de haberse casado con su madre. “Mi querido Charles, le dijo Wilde, tanto incontrolable como incontenible son palabras que no caben en el diccionario de un dandi. Sin embargo, como hemos desechado la incomodidad de la perfección, no veo inconveniente en que ambos seamos absueltos de nuestros respectivas faltas.” De repente, Ramón se quedó como paralizado observando el monóculo de Gabriele. Suelta la greguería, Ramón, le pidieron. Entonces, Ramón, apenas sin gesticular, como si estuviera medio sonámbulo y con voz de sibila, va y la suelta con absoluta impunidad: “El monóculo es el llavero de las miradas”.
La próxima semana, mi querida Dora, seguiré relatándote la batalla dialéctica que se entabló en aquella tertulia. Parecía un tema tranquilo para pasar una tarde agradable, pero las cosas se complicaron como una cena familiar, y te aseguro que todo terminó en un desacuerdo total entre las partes. Hasta siempre. Antonio                          

LA SEMANA FANTÁSTICA DEL PP




Al Partido Popular le crecen los enanos de la impotencia. Después del asunto bochornoso y lamentable de Bolinaga, que no tiene otra causa que el miedo a un nuevo atentado de Eta y sus consecuencias electorales, aparece doña Esperanza Aguirre, empenachada de metáforas, y atiza un portazo monumental en las narices blandilebles de Rajoy. En mi opinión, esta huida de la presidenta de la Comunidad de Madrid se podría homologar, simbólicamente, al éxodo que muchos votantes del Partido Popular hemos comenzado hacia la papeleta en blanco, la abstención o la indiferencia política más absoluta. No en vano, la mayoría de nuestros ideales han dimitido al unísono con la desesperanzada presidenta de Madrid, una liberal que no cree en la subida de impuestos como panacea para el aumento de los ingresos públicos, y la única de su partido que cree en un sincero adelgazamiento de la administración autonómica, incluso estoy seguro de que hubiera sacrificado cada una de las competencias de su comunidad en pro de un Estado central más fuerte y, sobre todo, más ágil y barato.
Curiosamente, al señor Rajoy no se le cae del discurso otro quirie  que no sea el cumplimiento de las leyes. Pero, precisamente, con la ley en la mano, más el informe del forense, más las conclusiones del Fiscal General del Estado y el deseo de millones de españoles, podría haber mantenido a Bolinaga en la cárcel. Sin embargo, para el señor Rajoy, la ley sólo es una excusa para salvaguardar los intereses electorales de su partido. Porque no me dirán ustedes que las inminentes elecciones en el País Vasco no han tenido que ver en su decisión de soltar al preso, además de desactivar cualquier conato que provoque la fetidez asesina de los terroristas.     
         Ya saben ustedes que los partidos políticos anteponen sus intereses a los de la nación que gobiernan. No hay que estimular demasiado a la inteligencia para percatarse de una obviedad así, tan tozuda como los cascos de una mula sobre el pavimento. Y el Partido Popular, por desgracia, no es la excepción de la regla. Recuerden que los últimos Presupuestos no salieron a la luz hasta después de las elecciones andaluzas. Y, por lo que se intuye, pretenden esperar a que pasen las elecciones vascas y gallegas para pedir el famoso rescate. Un rescate, por desgracia, algo más que necesario y ventajoso para nuestro país, ya que necesitamos dinero en abundancia y a bajo coste. Al fin y al cabo, es lo que llevamos exigiendo al BCE desde los tiempos de la Chelito y su pulga alborotada. Sin embargo, estos chicos de la derecha no se atreven a ponerse en la mesa petitoria, como marquesonas de otro tiempo, porque saben que la oposición lo va a utilizar como arma arrojadiza en ambos procesos electorales. De modo que ahí tienen ustedes a todos los partidos políticos, tanto el apoltronado en el Gobierno como esa brumosa grey que pastorea Rubalcaba, haciendo prevalecer sus estrategias sobre los intereses de todos los españoles. Lógicamente, cuanto más tiempo tardemos en pedir los créditos que nos ha ofrecido el BCE, más intereses tendremos que pagar en el mercado normal de deuda. Si no se solicita ese dinero inmediatamente no es porque haya que estudiar el pliego de condiciones, como dice Rajoy, sino por la factura en votos que se tendrá que pagar en las urnas. Y es que el Gobierno tiene miedo y además no sabe explicarse y, enfermizamente, parece como si percibiera el latido convulso de la luna ante la demagogia barata de la izquierda. Rajoy era un buen parlamentario cuando galleaba en la oposición, pero como gobernante, desde luego, no es tan “flamboyant” como anunciaban sus maneras. Al menos, le ha dado calabazas al supermán de las Ramblas. Hasta la Diada que viene.

16 de septiembre de 2012

ABURRIMIENTO



CARTAS A DORA MALENGO
14 DE SEPTIEMBRE DEL 2012

QUERIDA DORA: la tranquilidad, algunas veces, se comporta como una sucesión de infinitos sustancialmente agotadores. La razón es que se suele confundir la tranquilidad con el aburrimiento. Y es lo que me ocurre desde que he llegado a Marbella. Estoy aburrido y nada de lo que emprendo para remediarlo me entretiene. Nada me llena. Escribo por escribir y leo por leer. Pero esa emoción, esa embriaguez de la que hablaba Baudelaire, ha huido de mí como de un apestoso. Creo que sin querer he perdido el hilo de Ariadna y no encuentro la salida del laberinto. E incluso es posible que me falte humildad para aceptar que la vida no es todo lo sustanciosa que uno desearía o que mi insistencia por devorar ciertas alternativas no es el camino correcto. El caso es que el tedio me carcome y nada me conforta ni me anima y , como te digo, hasta la lectura, otrora el pilar de mis largas tardes de soledad, consigue de mí ese estado numinoso que siempre había logrado.
Para colmo, busco desesperadamente entre las páginas de las revistas del corazón alguna imagen tuya que me consuele. ¿Dónde estás Dora Malengo? Has desparecido como tantas veces en nuestra ya larga vida de huidas y separaciones. ¿No tendrás otro marido que te acorrale y te ocluya la válvula liberadora incluso de los pensamientos más secretos? Esos pensamientos inconfesables que te acercan a mí como si fueran larguísimos catalejos  de viejos piratas. 
Así que de repente he vuelto la mirada hacia la poesía. He escudriñado entre mis libros de por aquí y he encontrado una antología de poemas de Vicente Aleixandre. Es por ahora la única letra que soporto y  compruebo agradecido que me ablanda la espera. Lo demás me parece trivial y falto de cualquier tipo de interés. Es de esperar que esta catalepsia mental, supongo que también habría que incluir a los sentidos, no dure demasiadas lunas.
Curiosamente, comenta Aleixandre en uno de su versos que “mis sienes plateadas dicen quizá de vigilias ardidas”. ¡Vigilias ardidas! ¿Es que acaso no eres tú, Dora Malengo, la vigilia más ardida de todas mis vigilias? Pero mira lo que el poeta también dice de ti, al menos es lo que a mí me hace soñar cuando te pienso: “La piernecilla sube todo grosor y espuma rumbo a un cielo”. Sólo este verso me hace temblar de amor y deseo y también de una rabia que por fin me anima y me eleva por encima de la calma terrorífica que tiene asolada mi alma. Sólo la rabia de no tenerte me da fuerzas para cambiar al menos el tono melancólico de los suspiros. Porque no todas las melancolías son iguales ni suenan igual y, mucho menos, la melancolía que viene de tu ausencia. “¿Hacia qué lutos o desordenes se hunden ciegas abajo esas manos abandonadas?”, vuelve a decir el poeta. ¿Es que no te das cuenta, amor mío, del estado en que me deja tu recuerdo? Tuyo para siempre. Antonio. 

UN FUNCIONARIO DE COLOR GRIS




Ingenuamente, uno pensaba que entre los miembros/miembras de la casta política había ciertas diferencias, no sólo ideológicas, sino éticas y estéticas, que no son lo mismo. Sin embargo, después de los ocho meses de Rajoy y sus metafísicos, no tengo otro remedio que creer en alguna fuerza cósmica y unificadora que entre en funcionamiento cada vez que un español llega a la Moncloa. La comparecencia de Rajoy ante las cámaras de televisión consiguió que se rasgara el último velo de Isis. ¡Definitivamente! Lo siento por mi inocencia perdida, esa virginidad del alma, pero ante mí quedará para siempre la imagen de un funcionario grisáceo. El buen hombre será notario o registrador de la propiedad, esa mandanga que todos los padres del mundo desean para sus hijos, pero yo en Rajoy no vi al político capaz de cargar sobre sus espaldas el destino de un pueblo. El destino y la miseria, claro está, porque no otra cosa se ha de administrar en estos momentos.
         Cuando el infausto Zapatero llegó al poder por vía ferroviaria, ¡qué vergüenza!, muchos supimos que en algún aquelarre de inútiles nos habían echado mal de ojo. Me reafirmo, por tanto, en que durante ocho años los españoles hemos soportado al mayor inepto que vieran los siglos. El daño que ese chico ha infringido a este país es posible que no pueda ser cuantificado en mucho tiempo. Quiero decir que después de Zapatero necesitábamos a un gran político que nos devolviera la confianza en nosotros mismos. Necesitábamos a un líder bajo cuyo carisma nos alienáramos para trabajar por una recuperación no tanto económica como cultural y anímica. Necesitábamos a un líder que antepusiera los intereses de la nación a los de su partido. Sabíamos que Rajoy no atesoraba demasiadas cualidades como para calificarlo de líder, pero sí al menos entreveíamos en él una cierta voluntad política de hacer las cosas bien. Si bien de entrada nos mintió, nos engañó y se burló de nuestra necesidad imperiosa de deshacernos de su antecesor.
         Desgraciadamente, la primera medida que tomó fue una subida generalizada de impuestos que, para colmo, no venía precisada en su programa electoral. Y todo el mundo sabe que las subidas de impuestos no consiguen jamás aumentar los ingresos públicos, además de frenar tanto las inversiones privadas como el consumo, dos factores indispensables para el crecimiento económico. Una subida de impuestos, para más escarnio, que no vino acompañada de un cierre radical de todas y cada una de las empresas estatales, incluidas las televisiones, que presentan un balance deficitario. O sea que el señor Rajoy prefiere ajustar el gasto en partidas como sanidad y educación antes que privar a sus huestes de los mecanismos de manutención y de poder al uso.
Porque antes de tocar un solo euro del bolsillo de los españoles, debería haber empezado, señor Rajoy, por atajar el despilfarro generalizado de las Comunidades Autónomas. La visión de esos parlamentos, a todo confort, de algunas provincias, ¡provincias!, como Murcia, Logroño, Santander, Asturias, Ceuta, Melilla, etc, es un insulto no sólo a la decencia sino a la estética menos exigente. ¿Sabían ustedes que en Extremadura, mi tierra, hay más trabajadores públicos que privados? ¿Y cómo es posible que haya trescientos mil liberados sindicales en España? ¿Y los cincuenta mil coches oficiales? Señor Rajoy, antes de empezar por sabotear nuestros bolsillos, hay que limpiar, como en uno de los trabajos de Hércules, los establos del rey. Hay que tomar medidas ejemplarizantes antes de imponer sacrificios a los contribuyentes. ¿Con qué humor vamos a pagar más impuestos sabiendo que una parte es para financiar a esa corte de los milagros que constituyen hoy jueces y políticos? Perdone usted, señor Rajoy, pero tengo la sensación de que alguien me quiere atracar a mano armada. Yo habré perdido la inocencia, pero usted ha perdido mi voto.

         

8 de septiembre de 2012

AJOBLANCO A LO CONNOLLY



CARTAS A DORA MALENGO
8 DE SEPTIEMBRE DEL 2012

QUERIDA DORA: Siempre me pareció septiembre el mes ideal para viajar hacia el sur, como más o menos dice T.S. Elliot en Abril, uno de los poemas que más me gustan de todos los suyos. Y aquí me tienes, en la pecaminosa Marbella, como un señorito más de la España del pelotazo y el asalto a mano armada. Creo que yo siempre he sido uno de los tontos que esperaban a Godot, pero Godot ha resultado ser la prima de riesgo, encabritada y como dispuesta a violarnos en serie a todos los españoles. El caso es que aquí estoy, medio desequilibrado por el cambio de ambiente. Tan sólo me vengo arriba con el consuelo de esa sopa fría llamada “ajoblanco”, maravillosa y llena de recuerdos infantiles. Dicen que Cyril Connolly, unos de los mejores críticos literarios de todos los tiempos, posiblemente de la categoría del mencionado T.S. Elliot, la tomaba añadiéndole tropezones de aguacate. A esta modalidad yo la he bautizado “ajoblanco a lo Connolly”, aunque si he de ser sincero, las uvas o el melón me parecen, en este caso, más apropiados para el acompañamiento. Así como a su vez los higos son perfectos para acrecentar el sabor de la sopa de tomate, sopa extremeña por antonomasia.
         Ya ves, mi querida Dora, que la playa me ha abierto el apetito y ahora mismo todavía suspiro por una copita de manzanilla helada (sanluqueña, naturalmente) y una bandejita colmada de “pescaítos fritos”. Y es que nadie como los malagueños para freír el pescado. En cambio, ya ves, detesto los espetos de sardinas. Aunque a mí las sardinas me gustan, sobre todo si han sido abiertas, rebozadas y fritas. Pero en espeto es muy difícil dar a la sardina el punto exacto, además de llenar de humo los territorios colindantes, es decir, los paseos marítimos y las casas de la vecindad con las ventanas abiertas y también, claro está, de ahumar a los sufridos paseantes. Quiero decir que los espetos de sardinas deberían estar prohibidos por las ordenanzas municipales.
         En cuanto a mi tiempo de trabajo procuro reducirlo al mínimo. Escribo todas las mañanas un par de horas, justo después de un paseo de hora y media y una tabla de gimnasia. Y para leer durante las tardes, tras una siesta de media hora, al final me he decantado por una vuelta a “La novela de un literato” de Rafael Cansinos, tres tomos donde el autor recorre la historia literaria española de la primera mitad del siglo XX. Como es natural, el protagonismo es para los modernistas y todas esas vanguardias que tanta luz dieron a uno de los periodos más fecundos y brillantes de nuestra historia. Te aseguro, Dora, que ninguno de los tres tomos tiene desperdicio, además de resultar sumamente entretenidos y escritos con un estilo ágil y desenfadado.  Recuerdo que llegué a disfrutar tanto con su lectura que, este mes de septiembre, aquí en Marbella, he decidido recuperar aquellos gozos de entonces. Y creo que he acertado. Desde luego, el primer tomo me sigue pareciendo sublime. Incluso lo estoy saboreando aún con más placer si cabe que la primera vez, como si el libro hubiera adquirido solera.
         Anoche salimos a cenar con unos buenos amigos que tenemos en Marbella. Ellos viven aquí. Se llaman Rafa y Pepa. Él es un magnífico arquitecto, como mi otro gran amigo, Manolo Urtiaga, al que mando un abrazo muy fuerte vía satélite intergaláctico. Pues bien, cenamos en un bar del puerto pesquero, aquí muy cerquita. Se trata de un par de calles con casas bajas de estilo andaluz, blanqueadas y con macetas de geranios en las ventanas. Elegimos la terraza de un restaurante que se llama “El hogar del pescador”. Magníficas las frituras que sirvieron: boquerones, calamares, acedías, salmonetitos, puntillitas y un par de ensaladas, una de tomate y la otra de pimientos asados con cebolla. Después nos fuimos a tomar una copita a un bar de la playa, no muy lejos de allí, que estaba muy animado de juventud, música caribeña y pantaloncitos demasiado cortos como para mantener la serenidad de las almas. O sea que todo invitaba a dar rienda suelta a la fiebre del sábado noche, aunque fuera viernes. Claro que aquella locura me hizo pensar en ti. Tal vez demasiado. Tuyo para siempre. Antonio 

LOS PLACERES DEL OLVIDO




Uno se pregunta si la concejala de Los Yébenes, doña Olvido Hormigos, encontraría los caminos del placer solitario gracias a las investigaciones “clitorianas” de la Bibi. ¿Se acuerdan? Veinte mil del ala. Digo yo que como ambas son del mismo partido es posible que se pasen la chuleta la una a la otra. ¿Tendrá la Valenciano las mismas aficiones científicas que la manchega? Si don Miguel de Unamuno levantara la cabeza y comprobara que las españolas son ahora las que inventan, volvería a sentir el crujido de sus zapatones de regreso a la tumba. O sea que desde don Quijote y su Aldonza, la Mancha ha sido una región de molinos de viento y de novicias en plena vorágine, con el taller patrio en plena efervescencia y producción.
Toda ciudad española de siempre ha tenido tres zonas de privilegio: judería, aristocracia y el barrio chino. Ahora parece que también los ayuntamientos quieren formar parte de la troika en mor del entretenimiento de internautas y otras especies en plena floración. Me refiero a que las investigaciones de la Bibi, aquella ministra de miembros y miembras, como digo han dado sus frutos y, por lo que se ve, ya empiezan las concejalías, antes del despiece de Rajoy, a suspirar públicamente en improvisadas alcobas municipales. Y yo estoy de acuerdo en la iniciativa. La verdad es que de siempre me ha gustado solazarme abandonándome a la voluntad de mis dioptrías, así que espero que cunda el ejemplo de la manchega y nuestras edilas sigan dando rienda suelta a sus vicios de tocador, tal como diría el divino marqués.
No todas las noticias van a ser sinsabores económicos, como si en el cielo no hubiera otras promesas que una luna fría y un tropel de fantasmas vagabundos, todos negrísimos y sin ninguna elocuencia soñadora. Por eso les digo que me gusta esa señora de grandes dedos rosados, como la gran diosa Atenea, doña Olvido, monísima en su ardentía venusina, aunque se le note en el gesto un triste deseo de hombres muertos. En mi opinión, doña Olvido dispone de una cara guapa, con las grandes monedas de la vida tintineándole en los ojos, brillándole como en una confusión de cristales rotos al sol. Para mí, doña Olvido, no es el placer soez de los gozos soeces, como maliciosamente han pensado alguno de sus paisanos, sino ese aroma dulce que recuerda al mosto de las manzanas. Y he de reconocer, ¡maldita sea!, que contemplar ese vídeo me ha convulsionado el ánimo hasta la más excelsa de las utopías; incluso ha conseguido de mí algunos temblores nerviosos más cerca de la fibrilación ventricular que de la exaltación virilicosa (acéptese la palabra). Pues sí, amigos míos, a mí doña Olvido me ha congestionado la sangre hasta invalidarme para el entusiasmo. Parece una contradicción, pero los que tengan mi edad sabrán de sobra en qué consisten ciertas parálisis sin explicación alguna y como de colegial vapuleado.
         Por cierto, alguien debería enseñarle el vídeo a la Merkel, ahora que esta señora anda de turismo por tierra española, ya que se llevaría una magnífica impresión al comprobar el bajo presupuesto municipal destinado a la exaltación científica de las zonas erógenas femeninas, desvanecidas hasta ahora por la magnitud interestelar de la prima de riesgo. La señora Merkel debería saber que si los españoles padecemos de incontinencia monetaria, esa espada clavada entre el cielo y los presupuestos, las mujeres de nuestra política saben paliar semejante defecto con dulces caricias que oscilan entre el furor uterino y el teléfono móvil. Doña Olvido, como un relámpago de gloria, nos ha enseñado, gracias a su impío torbellino digital, que la crisis no es sólo cuestión de dinero, sino que también es un asunto de suspiros y finos encajes con facciones humanas. ¡Ay, doña Olvido, tan líricamente obscena!

1 de septiembre de 2012

APOLLINAIRE



CARTAS A DORA MALENGO
1 DE SEPTIEMBRE DEL 2012

QUERIDA DORA:
No sabes lo nervioso que me he puesto al ver tu fotografía en una revista del corazón. ¿Esos pechos siguen siendo tuyos? ¡Santo cielo! ¡Qué perfecta armonía! Deberías tomar por una caricia del destino el que los años no te hayan dejado huella, ni la fuerza de la gravedad cargue sobre ti toda esa perversidad desmoronadora con que suele ser conocida. Queridísima  Dora, como te digo, me he puesto tan nervioso al verte que para tranquilizarme he cogido un libro para leer toda la mañana. Pero he querido cogerlo al azar. ¿Y sabes cuál ha sido mi suerte? Pues me ha tocado nada menos que “Las once mil vergas”, de Guillaume Apollinaire. ¡Qué casualidad! Apollinaire es uno de los pocos escritores que me hubiera gustado conocer. Por regla general, los escritores en persona no me interesan demasiado. Siempre me parecieron algo pomposos y encima se dan demasiada importancia y luego van y te miran por encima del hombro, como si estuvieran subidos en el pedestal de su propia soberbia. Tengo alguna experiencia un tanto desagradable con más de uno y no me gustaría repetir. Por tal motivo, la mayoría de mis amigos no son escritores, sino gente normal y corriente y, salvo honrosas excepciones, de muy pocas lecturas. Claro que nunca sabré si Apollinaire hubiera respondido a la estupidez de la mayoría o se hubiera avenido a razones. No obstante, a un tipo que se atreve a entrar en el Louvre y robar el cuadro de La Gioconda no se le puede escamotear al menos el beneficio de la duda. Sí, en efecto, Apollinaire es de los pocos escritores con quien me hubiera gustado compartir mesa y mantel o bien antesala en una mancebía.
Si me permites, amor, voy a transcribirte un pasaje de la novela en cuestión. Las líneas más castas que he podido encontrar. Narra una mujer: “Sin replicarle, Mony se desnudó y empezó a desvestir a la bella Haidy, que parecía hallarse en un estado de excitación extraordinaria. Mientras la desnudaba, mordía a Mony; sus hechuras eran admirables y su embarazo aún no se notaba. Sus senos modelados por las Gracias se erguían redondos como bolas de cañón”. ¡Como bolas de cañón! Jamás se me habría ocurrido semejante metáfora para describir los tuyos. Yo, más bien, creo que habría sido algo mas delicado, tal vez más cursi, pero jamás los hubiera comparado con objetos tan brutales como unas bolas de cañón. Posiblemente, me habría referido a ellos como dos sonrisas de jade o como los rescoldos de una batalla inaplazable. No sé que te habría gustado a ti, mi querida Dora. De cualquier forma no se lo deberíamos tener en cuenta al gran Apollinaire. Al fin y al cabo, no se refería a los tuyos con esas metáforas de tanta contundencia bélica.
El caso es que ya me encuentro más tranquilo. Te aseguro que la literatura erótica es el mejor remedio para apaciguar ciertos estados de ánimo. Yo, en tu lugar, iría ahora mismo a la librería más cercana y pediría al librero que me buscara la novela de la que hablamos.  La verdad es yo también tengo escrita una novela erótica que se titula “Un día feliz en la vida de Waldo Linz”, si bien no está publicada, naturalmente, más que nada por mi familia, pues no quiero que nadie sepa hasta dónde llegan los estragos de mi imaginación. Creo que serían capaces de inhabilitarme y encerrarme en alguna mazmorra de la Bastilla, como al pobrecito e ingenuo Marqués de Sade. Un día de estos lo retomaré (me refiero a la obra del divino marqués) para sentirme reconfortado y, sobre todo, mucho más piadoso en domingos y  fiestas de guardar.
Ya te imagino, mi querida Dora, entrando en una librería y pidiendo en voz bajita, casi inaudible, roja como una cereza, “Las once mil vergas”. Te aconsejo que, si te diera vergüenza tanta procacidad de título, pidas esta otra novela: “Las proezas de un joven Don Juan”, también del casto Apollinaire.  Te aseguro que cualquiera de ellas sosegará tu alma hasta extremos insospechados. Ni que decir tienen que me gustaría leerte amabas en una de esas tardes tranquilas y lluviosas de invierno. Al calor de la lumbre. Como si no nos hubiéramos dejado de querer. Tuyo. Antonio. P.D. La fotografía es de cuando uno leía a Guillaume Apollinaire   

RAJOY, ESE ÁNGEL BLANDILEBLE




No sé para cuándo guardan estos atolondrados el vestigio de gónadas que Dios les ha concedido. Porque no creo que ni siquiera les llegue el nivel para un desahogo de sábado noche, segundo piso ascensor. Me refiero a que nuestros muchachos del Partido Popular parece más bien que disfrutan ofreciendo el antifonario para que cualquiera disponga y escarbe entre los estragos de su república. Si hasta Rajoy parece aquel ángel blandileble de Jesús Juan Garcés, excelso poeta. Sin ir más lejos, llega el artúrico Mas a Madrid y, tras sacarle cinco mil de los grandes, se va el guripa con la pasta aullando como un coyote y sin dar las gracias. Y todo porque dice que el pecunio es suyo. Pero lo malo es que este atracador necesita el dinero para pagar los lujos de sus embajadas, sacarle brillo a sus televisiones y repartir el botín entre la policía lingüística, esos sans-culottes del antiguo anarquismo. Quiero decir que nuestro dinero va a servir, sobre todo, para que la “nomenklatura” catalana siga en su empeño soberanista, o sea, empecinada en la idea de cortar por lo sano y dejarnos a los demás más pelados que el cráneo oblicuo de Pujol. Pero lo malo es que el ángel blandileble va y le afloja la mosca como si tal cosa y sin exigirle al menos la garantía del cordón de su corpiño. 
Todo esto viene, naturalmente, porque no hay voluntad política ni  huevos suficientes para desmontar la farsa de las autonomías, que son, ni más ni menos, las fincas de recreo de la mayoría de los políticos. En realidad, sólo han servido para dar empleo a cierta gallofa perdida y hallada en el templo de la nada más absoluta. En mi opinión, sin las autonomías, muchos de estos pájaros de cuenta poblarían las calles con sus tenderetes de trileros, manteros y domadores de cabras trapecistas. 
Lo malo es que en Bruselas conocen a la perfección cuál es la voracidad de nuestros agujeros negros. Saben muy bien que a los españoles se nos va el dinero a borbotones por el sumidero de nuestro estado autonómico. Ese es el motivo de que los alemanes, pongo por caso, se opongan a que sus ahorros lo despilfarren un tropel de políticos provincianos manirrotos, aupados como marqueses sobre sus corceles de alta cilindrada, concediendo subvenciones ilegales, abriendo embajadas suntuosas con alfombras persas y percibiendo sueldos millonarios. Sin contar, claro está, con el juego sucio y la rapiña que se han traído con las Cajas de Ahorro, poniendo en peligro a todo el sistema financiero español  y a miles de honrados impositores. 
Uno pensaba que las derechas iban por fin a poner orden, ¡el orden sacrosanto de la derecha!, en este desaguisado institucional que la izquierda y la crisis económica han provocado en España, sacando a la luz las enormes y peligrosas fallas tectónicas que socavan nuestra Constitución. Pero Rajoy ha echado la persiana y se nos acula en tablas como el político blandileble en que se ha convertido. No se engañen ustedes, los recortes en sanidad y educación y demás partidas presupuestarias, más la subida de toda clase de impuestos, más los sacrificios de empresarios y trabajadores, no será suficiente para que este país resurja de sus cenizas. España necesita un nuevo marco constitucional que permita adelgazar aún más al Estado y, en consecuencia, suprimir para siempre la sinvergonzonería y el derroche de la administración autonómica. Pero la derecha española es débil y está como acarajada; y encima  la izquierda, como se ha visto, sólo piensa en el jamón serrano de los supermercados y en bañarse, luciendo su moreno agromán, en piscinas ajenas. ¿Qué hacer? Pues bien, un servidor ya se ha buscado un profesor de baile. Y no saben lo bien que se me da el chachachá. Curioso.