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30 de diciembre de 2013

DIARIO


JUEVES, 26 DE DICIEMBRE DEL 2013

He pasado la Navidad en Trujillo. Todas las tardes he dado un largo paseo hasta la Albuera para compensar el exceso turronero de la jijonenca. Después de andar una hora, como fin de fiesta, subía a pulmón libre la cuesta terrible de San Andrés, casi tan empinada como la escalera de Jacob. Resulta tan repentina que jamás me he encontrado con un alma que la recorra de subida, que hasta puede resultar peligroso el hecho de bajarla.
Y si por las tardes me he dedicado a pasear, por las mañanas he leído justo hasta las dos en punto, hora habitual del aperitivo: cerveza y ensaladilla rusa en el bar Las Cadenas.
El libro que he leído estos días de atrás se titula “El gran diseño”, de Stephen Hawking. Realmente es meritoria tanta sabiduría científica, pero yo creo que estos físicos deberían cerrar su cerebro cuando entran en el territorio de la Filosofía. Ellos dicen que el Universo no fue creado por Dios, sino que surgió por sí solo de la Nada. Extraordinario. Naturalmente, el doctor Hawking no explica qué carajo es eso de la Nada, aunque sospecho que esa Nada aludida por tan docta eminencia debe ser bastante activa y de Nada debe tener muy poco, es decir, nada de nada, cuando dispone de energía suficiente como para crear un “multiverso”, que es el última concepto de la mecánica cuántica.
En mi opinión, los científicos deberían limitarse a contarnos cómo funcionan las cosas, es decir, el Universo en general y el mundo subatómico en particular, dejando para los filósofos ese peliagudo asunto del por qué de las cosas. No se lo pierdan, pero a la clásica pregunta de: ¿por qué existe algo en vez de nada?, Hawking se atreve a contestarla de la siguiente manera: “la creación espontánea es la razón por la cual existe el Universo. No hace falta invocar a Dios para poner el Universo en marcha. Por eso hay algo en vez de nada. Por eso existimos”
Naturalmente, la siguiente pregunta filosófica sería: ¿Por qué la Creación es espontánea en vez de premeditada?
No es que me vaya a dedicar a la Cosmología y a la física de las partículas subatómicas, ni a la mecánica cuántica, nada de eso, entre otros impedimentos porque no dispongo de aritmética suficiente como para una ciencia tan complicada, pero ya he pedido el libro de Sean Carroll titulado “La partícula al final del Universo”. Según he leído, el libro trata del bosón de Higgs y también de cómo se obtuvo en ese famoso acelerador de partículas construido en los aledaños de Ginebra.
Creo que al bosón de Higgs también le llaman la “partícula divina”, adjetivo que según parece cabrea sobremanera a muchos físicos, principalmente a los ateos. Y a mí me parece muy bien que se cabreen, ya que el asunto de Dios, como digo, debería ser sobre todo materia de filósofos.
Por la noche, después de la cena de Nochebuena, veo por televisión “El proceso Paradine”, una película que habría sido perfecta si ese productor populachero que fue David O´Selznick no hubiera hincado sus zarpas en la maestría del trabajo de Hitchcock. Ya saben que O´Selznick tuvo la ocurrencia de elegir a Louis Jourdan como el asistente del coronel Paradine. Un error inconcebible. Desde mi punto de vista, ese papel lo habrían interpretado con mucho más realismo actores del estilo, un suponer, de Richard Boone, James Gandolfini, Broderick Crawford y tipos así, siempre que hubieran pertenecido a la época, obviamente, actores que bordarían la imagen del personaje zafio que exigía la historia. Yo creo que así se habría resaltado más la perversidad ninfomaníaca y barriobajera de la señora Paradine, personaje interpretado si recuerdan por la misteriosa y bellísima Alida Valli, una actriz que luce mejor cutis en blanco y negro que en color. Además, desde mi punto de vista, es una mujer que no le van los ojos azules sino los negros. Los demás actores están muy acertados en su papel, sobre todo Charles Laughton como juez implacable y libidinoso. Incluso el muermo y estólido de Gregory Peck no está del todo mal en su personaje de abogado enamoradizo, que se habría visto más humillado aún al ser rechazado por una mujer que prefería las caricias de un bruto a las suyas. Pero no sé que hago yo escribiendo, como si se tratara de un estreno, sobre una película con más de sesenta años sobre sus espaldas.

El caso es que a las dos en punto decido meterme en la cama con “El ocaso del pensamiento”, de Emil Cioran. Supongo que sabrán que el rumano Cioran es el filósofo del pesimismo, pero se trata de un pesimismo empapado de poesía y sentimiento. Toda una delicia después de andar en compañía de partículas subatómicas, la gravedad, el electromagnetismo y esas fuerzas nucleares débiles y fuertes que tan cachondos ponen a los científicos y que son, al parecer, la argamasa de la existencia.

21 de diciembre de 2013

LA PLAZA DEL MERCADO

LOS FIGURINES

El día en que Conso le mandaba los figurines, mamá lo dejaba todo y se pasaba el día entero hojeándolos. Hoy tengo que mirar los figurines, nos decía, y ya sabíamos por experiencia que no se podía contar con ella, maldita sea, y no se la podía molestar ni pedirle nada a deshora sin que uno corriera el peligro de un juicio sumarísimo, mi general, que tú de estas cosas sabes un océano por el ejercicio del cargo, incluso alguna vez estuviste a punto de sufrir las consecuencias de tu intrepidez militar y jefe curtido en mil batallas. Recuerda, pues, que nosotros odiábamos los figurines porque el día en que llegaban no sólo nos dejaban huérfanos de madre sino que mamá se convertía en un ser extraño y ausente y como que no nos parecía la misma, venga a darles vueltas a las hojas y venga llamar por teléfono a Conso para consultarle los detalles de un modelo que le había gustado, pero no con ese fruncido, Conso, cariño, que el fruncido ya no se lleva, y cosas por el estilo le argumentaba, mientras nosotros, tú y yo, la mirábamos como si fuera otra persona, otra mujer, otra madre, joder, como si a ti y a mí nos hubieran traído del Orfanato, la Inclusa o vete tú a saber de qué tribu de saltimbanquis y ya sabes lo poco que nos gustaba la broma. Hasta papá, en el fragor de la comida, conociendo el paño de antemano, ni se atrevía a entrarle con el más mínimo comentario, supongo que por el peligro de ajusticiamiento que implicaba cualquier injerencia externa, y ella venga a darle vueltas a los jodidos figurines, qué carajo, venga a pasar las hojas, venga a escudriñar cada modelo, venga a quejarse, sobre todo porque la mayoría le parecían algo anticuados, aunque siempre había un vestido, a Dios gracias, que era muy mono, monísimo, justo el que más le había gustado en un principio, el de los fruncidos, que con unos arreglos de nada, según le había dicho Conso, se le ajustaría como un guante de seda. ¿Pero cuando voy a tener ocasión de ponérmelo?, le preguntaba al pobre papá, y recuerda, mi general, que ante el peso y enjundia de semejante pregunta, él no sabía ni qué contestar ni dónde meterse, esperando tan sólo que las horas corrieran lo más deprisa posible y todo volviera a la normalidad al día siguiente, cuando mamá, una vez elegido el modelo, devolviera los figurines y aquí no ha pasado nada.       
              
      



   

19 de diciembre de 2013

DIARIO


Sábado, 14 de diciembre del 2013

Ayer llovió durante todo el día, pero hoy sábado ha salido una mañana soleada y clara, puramente otoñal, que me ha servido para recuperar las delicias del paseo callejero.
Mañana de trabajo, tarde de paseo y noche de cine.
He vuelto a ver “La dama de Shanghai”. Primero por recrearme con el espectáculo de Rita Hayworth teñida de rubia, y eso que el personaje de la novela de King es rabiosamente pelirroja, igual que ella, pero se conoce que Welles, al rodar en blanco y negro, quiso reforzar el impacto en la pantalla de la mujer con la falsificación en rubio platino de su pelo. Desde luego, el resultado es excelente y muy refrescante.
La película tiene una frase, al final, después de la magnífica secuencia de los espejos, que ratifica toda mi teoría sobre el mal. Me refiero a que Orson Welles alude a la necesidad de pactar con el Mal para no volver a caer en las complicaciones que acaba de vivir. Algunos piensan que el Mal es la ausencia de Bien, pero en mi opinión el Bien y el Mal son las dos caras de una misma moneda, cuya armonía se establece precisamente con un pacto entre las partes. Yo estoy seguro de que en un mundo perfecto, un mundo divino, esta moneda no se acuñaría.
Quiero decir que tanto el Bien como el Mal, tal como nuestra razón los concibe, no forman parte de ningún Paraíso ni de ningún atributo divino. El Bien y el Mal son categorías apriorísticas (Kant) que, junto a las del tiempo y el espacio, son puramente humanas. O sea que vivimos aprisionados, física y psicológicamente, entre los barrotes de esta dualidad, una cárcel que para mí no es otra cosa que el Mal en sí mismo.

Si en este mundo podemos padecer enfermedades, sufrir accidentes, soportar las agresiones de una Naturaleza hostil y además poseemos la capacidad de provocar el sufrimiento a nuestros semejantes es que vivimos en el Mal. No se entiende por tanto cómo algunos seres humanos dedican toda su vida a luchar contra él. Podemos defendernos de sus efectos, como lo hemos hecho desde el principio de los tiempos, mediante la ciencia o la política, es decir, con argucias tecnológicas y jurídicas que palien en mayor o menor medida sus agresiones, pero nunca ha sido fructífera ni lo será jamás una lucha sistemática contra el Mal, tal como pretenden algunas religiones, sobre todo las monoteístas, y algunas ideologías que, bien ingenuamente o bien con propósitos inconfesables, han conseguido en su praxis mayores males de los que querían eliminar. Luchar contra el Mal es como luchar para que el sol deje de salir cada mañana. Resumiendo, vivimos en el Mal y nuestra única salida es vivir despiertos y conocernos a nosotros mismos, como decía el sabio, para luego saber relacionarnos dignamente con la maldad. Me refiero, sobre todo, a una relación puramente estética, claro está, y a otra de tipo mercantil con el fin de atender las necesidades de supervivencia de la especie. Escribió Emil Ciorán que la existencia del Mal eleva cada uno de los instantes a la dignidad de acontecimiento. Lo que no deja de ser un consuelo.

18 de diciembre de 2013

ALBERT CAMUS


Conmemoración del centenario de su nacimiento.

Hay frases famosas de Albert Camus que como homenaje a su persona he decidido contestar con algo de respeto, un poco de humildad, un contenido sentido del humor y unas gotas de frivolidad.

1/ CAMUS: No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo.
RESPUESTA/ Desde luego, la frase le ha salido redonda, y parece sacada mismamente de un libro budista o de alguna fábula sufí.

2/ CAMUS: La política y la suerte de la raza humana son formadas por hombres sin ideas y sin grandeza. Aquellos que tienen grandeza dentro de sí mismos no hacen la política.
R/ ¡Qué irresponsabilidad por parte de las ideas y de la grandeza!

3/ CAMUS: Ellos mandan hoy… porque tú obedeces.
R/ Ellos mandan hoy… porque tú consumes. Lo único que el Sistema no puede asimilar es la falta de consumo.

4/ CAMUS: El buen gusto consiste en no insistir, todo el mundo lo sabe.
R/ Y es que la insistencia es la madre del éxito. Y el éxito, como también se sabe, siempre es sospechoso de algo.   

5/ CAMUS: El deber es lo que esperas de los demás.
R/ ¿De quién si no?

6/ CAMUS: Un verdadero amigo es aquel que llega cuando todos se han ido.
R/ Siempre hay algún amigo muy despistado.

7/ CAMUS: El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo.
R/ Sería un honor pertenecer al Sanedrín que decidiera los merecimientos.

8/ CAMUS: A pesar de las ilusiones racionalistas, toda la historia del mundo es la historia de la libertad.
R/ En mi opinión, toda la historia del mundo es la historia de una nostalgia: la nostalgia del Absoluto.

9/ CAMUS: Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar.
R/ Estoy de acuerdo, ya que el primer pensamiento del hombre fue: “Succiono, luego existo”.

10/ CAMUS: Algunas veces pienso en lo que los historiadores del futuro dirán de nosotros. Una sola frase será suficiente para definir al hombre moderno: fornicaba y leía periódicos.
R/ La frase para mí rezuma optimismo por todos sus poros. Yo creo que debió escribir algo así como: algunos fornicaban, algunos leían periódicos y todos leían “El tiempo entre costuras”.

11/ CAMUS: Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá.
R/ Bendito el corazón que late como buenamente puede.

12/ CAMUS: Cada vez que un hombre es encadenado, nosotros estamos encadenados a él. La libertad debe ser para todos o para nadie.
R/ Estoy de acuerdo: o fornicamos todos o ninguno. 

13/ CAMUS: Califico de estúpido a quien teme gozar.
R/ Yo de gilipollas.

14/ CAMUS: Los hombres fingen respetar el derecho y sólo se inclinan ante la fuerza.
R/ Yo finjo respetar a las mujeres para poder inclinarme ante ellas.

15/ CAMUS: Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo.
R/ Sobre todo si la muy puta encima de robarte la cartera te contagia la sífilis o algo peor.

16/ CAMUS: Cuán duro, cuán amargo es llegar a ser hombre.
R/ Mucho peor sería llegar a ser un burro. Creo que algunos viven ya esa desgracia.

17/ CAMUS: Comprendo lo que toco, lo que se me resiste.
R/ Yo en cambio no comprendo cómo todo lo que quiero tocar se me resiste.

18/ CAMUS: De los resistentes es la última palabra.
R/ Y de los verdugos todas las demás.

19/ CAMUS: El acto más importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no suicidarnos.
R/  De los tres actos más importantes del día, el primero es el de sentarse a cenar, y no me acuerdo cuáles son los otros dos.

20/ CAMUS: El hombre tiene dos caras: no puede amar ni amarse.
R/ El hombre tiene dos caras: una mira al Este y la otra al Oeste, siempre que la nariz se oriente bien hacia el Norte o bien hacia el Sur.  

21/ CAMUS: El otoño es una segunda primavera, donde cada hoja es una flor.
R/ Lo cursi abriga y, además, no ocupa lugar.

22/ CAMUS: En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo.
R/ Creo que se llama instinto de conservación.

23/ CAMUS: En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.
R/ Eso mismo fue lo que pensaron los judíos el día que conocieron a Hitler.

24/ CAMUS: En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si la justicia es eso, prefiero a mi madre.
R/ Y yo a la mía.

25/ CAMUS: En política son los medios los que deberían justificar el fin.
R/ De acuerdo, pero quién justifica tanta retórica.

26/ CAMUS: En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.
R/Al final, apareció el filósofo sufí.

27/ CAMUS: Feliz y condenado o bien absuelto y miserable.
R/  Yo brindaría con champán si fuese miserablemente absuelto en cualquier circunstancia, juicio o situación. 

28/ CAMUS: Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no tiene recompensa.
R/ Mucho peor sería no tener razón y encima salir derrotado. Sería el colmo de las desgracias. En realidad, fue lo que le ocurrió a Andreu Nin y a decenas de sus camaradas.

29/ CAMUS: Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta.
R/ En el fondo, todo el mundo necesita creer en algo. Es de lo más saludable. Yo, por ejemplo, creo en la eficacia milagrosa del Frenadol cuando estoy acatarrado. Oiga, mano de santo.

30/ CAMUS: Hay una ambición que deberían tener todos los escritores: ser testigos y gritar cada vez que se pueda y en la medida de nuestro talento, por quienes se hallan en servidumbre.
R/ Hombre, señor Camus, a mí no me mire, ya que durante ocho años, en todos mis artículos, he insultado y gritado a Zapatero con todas mis fuerzas para librar a los españoles de su inutilidad. Porque eso sí que es una servidumbre.

31/ CAMUS: He comprendido que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha.
R/ La otra tampoco, ya que hay cosas de las que es mejor no hablar. Creo que lo dijo Wittgestein.

32/ CAMUS: He visto a personas obrar mal con mucha moral y compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas.
R/ A lo mejor es porque la honradez es tan sólo una idea.

33/ CAMUS: Inocente es quien no necesita explicarse.
R/ Les aseguro por experiencia que una buena explicación nunca está de más.

34/ CAMUS: Intelectual: alguien cuya mente se vigila a sí misma.
R/ Como sólo aspiro a la categoría de pseudo intelectual, prefiero vigilar a la vecinita de enfrente. 

35/ CAMUS: La capacidad de atención del hombre es limitada y debe ser constantemente espoleada por la provocación.
R/ Uno estaría de acuerdo si se incluyese también a las mujeres.

36/ CAMUS: La estupidez insiste siempre.
R/ Por ejemplo, ahí tienen ustedes a los separatistas vascos y catalanes.

37/ CAMUS: La libertad no es nada más que una oportunidad para ser mejor.
R/ Eso mismo dice el párroco de mi pueblo.

38/ CAMUS: La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.
R/ Si hubiera demócratas en el mundo, la democracia sería innecesaria, por eso la democracia se construye sobre las virtudes de totalitarios con buena voluntad.

39/ CAMUS: La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión.
R/ Mi mayor acto de rebeldía contra este mundo sin libertad es haberme negado a ver “Sonrisas y lágrimas”. 

40/ CAMUS: Los artistas piensan según las palabras. Los filósofos según las ideas.
R/ Pero al final las ideas siempre se rinden a las palabras. Perdón, pero he leído el “Tractatus”.

41/ CAMUS: Los que escriben con claridad tienen lectores; los que escriben oscuramente tienen comentaristas.
R/ Yo trato de escribir de las dos maneras y no tengo ni lectores ni comentaristas.

42/ CAMUS: Llega siempre un tiempo en que el que hay que elegir entre la contemplación o la acción.
R/ En mi caso, si ese tiempo tardase demasiado en llegar, la elección sería bien sencilla: o Moriles o Montilla.

43/ CAMUS: Lo que sé, lo que es seguro, lo que no puedo negar, lo que no puedo rechazar, eso es lo que me importa.
R/ A mí lo que más me importa es aquello que no puedo pagar.

44/ CAMUS: Me rebelo, luego somos.
R/ Espero que no seamos demasiados.

45/ CAMUS: No ser amados es una simple desventura, la verdadera desgracia es no amar.
R/ Pues a mí eso de que no me correspondan me lleva los demonios.

46/ CAMUS: No creo en Dios, me aburre.
R/ No creo en Kim Basinger, me ignora.

47/ CAMUS: ¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no.
R/ Si es así, el hombre más rebelde que he conocido en la vida fue don Manuel Vallinoto, director de una oficina de Banesto, ya que no hubo forma humana de que me concediera un crédito.

48/ CAMUS: ¿Quién podría afirmar que una eternidad de dicha puede compensar un instante de dolor humano?
R/ Sería peor justificar un instante de dicha por una eternidad de dolor humano.

49/ CAMUS: Raramente confiaremos en alguien que es mejor que nosotros. 
R/ Pero más raramente confiaremos en alguien que es peor que nosotros. 

50/ CAMUS: Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.
R/ En tal caso, el hombre sólo puede ser una sucesión de fracasos.

51/ CAMUS: Si el mundo fuese claro, el arte no existiría.
R/ Por lo menos, a estos precios.

52/ CAMUS: Todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro.
R/ La desgracia es que te tengan que hablar más alto.

53/ CAMUS: Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la Historia, sino de los que la padecen.
R/ Lo más práctico es ponerse del lado de quienes la ganan.

54/ CAMUS: Vivir es lo contrario de amar. 
R/ Hombre, tampoco es eso.   
  
    


14 de diciembre de 2013

DIARIO


Domingo, 8 de diciembre del 2013

Ayer por la mañana entramos triunfalmente en Madrid. Comida familiar con mi hija Marigel y mi nieto Mario. Pasamos la tarde repartiendo la ropa de invierno por los armarios. No obstante, a pesar de tanta felicidad, he de confesar que por mis venas circulaban humores de fiera corrupia.
Por la noche veo por televisión el partido del Madrid contra el Xátiva; me pareció tan espantoso y aburrido que me hizo entrar en una especie de trance suburbano o coma profundo.
Hoy domingo, sin embargo, me he levantado de un humor excelente. Mientras desayuno, escucho las canciones de un disco de Dakota Station, supongo que con el fin de excitar el prurito de escribir con soltura y sin complejos, porque en realidad la literatura se reduce, parece mentira, a un estado de ánimo. Así que he trabajado durante toda la mañana en mi nueva novela y he podido terminar (adviértase que no escribo culminar) el tercer capítulo.
A decir verdad es que desde hace meses me hace vegetar un cierto embotamiento del espíritu. Por tal motivo, he decidido que como lector voy a dar un giro copernicano a mis gustos y dedicar una temporada a leer noveluchas. Es lo que más me apetece y así lo haré. Por ejemplo, una vez terminada la novela “Si muero antes de despertar” (una trama tan irreal como terriblemente enrevesada) de ese misterioso Sherwood King, voy a seguir con “Brighton, parque de atracciones”, de Graham Greene. Curiosamente, esta novela la recomienda el mariconazo de Truman Capote, quien al ser entrevistado por Lawrence Grobel, dijo de ella que era una obra excelente. Y la verdad es que Capote, en mi opinión, siempre tuvo un buen gusto literario.
         Pero no me gustaría irme a la cama sin comentarles que en la novela de Sherwood King hay una mención especial a un asesinato real que ocurrió en Long Island. Me refiero al asesinato de Billy Woodward, uno de esos banqueros americanos con más dinero incluso que cualquiera de los ricos de Béjar. Pues bien, resulta que su mujer, Ann Woodward, una de esas pájaras que se casan pensando en heredar del marido a la mayor brevedad posible, le descerrajó cinco tiros al pobre Billy porque según ella lo confundió con un ladrón que había entrado en la casa. Era de madrugada y al parecer el banquero se levantó de la cama porque sintió hambre y quería prepararse un piscolabis. Por eso apareció el cadáver a los pies del frigorífico, uno de los lugares más hermosos y alegres que existen para morir, siempre que el frigorífico esté lleno, claro está.
No se lo van a creer, pero les juro que la señora, la bellísima Ann Woodward, fue declarada inocente por un jurado que, según dicen, cayó a sus pies cautivado por el erotismo de sus encantos. Observen en la fotografía la cara de felicidad de la feliz pareja. ¿No parece el banquero un pichoncito tierno y jugoso antes de ser braseado por uno de esos terribles cocineros de la Nouvelle Cuisine? No sé por qué razón, pero siempre tuve debilidad por las mujeres fatales. ¡Le femme fatale!


7 de diciembre de 2013

DIARIO


Lunes, 2 de diciembre del 2012

Me trasiego al volante los ochocientos kilómetros hasta San Marcial. Marigel ha recogido los virus catarrales que amorosamente le traspasé la semana pasada y no ha podido conducir la parte alícuota del camino que le correspondía por decreto. Paramos a comer en Trujillo. La familia bien, gracias.
Un viaje que me sirve sobre todo para escuchar la radio. ¿Y qué oigo? Pues parece ser que el rojerío de las distintas emisoras está socialísticamente enojado por el cierre de la televisión valenciana. Yo también lo estoy, esa es la verdad, pero por motivos muy diferentes, es decir, porque a mayores no cierran el resto de las cadenas públicas, maldita sea, que no son otra cosa que verdaderos agujeros negros para el bolsillo de los españoles; y lo que es peor: no aportan ni un ápice de interés a pesar de todo lo que airean por la pantalla de colorines. Desde luego, uno se niega a seguir pagando impuestos para que esos cubiles sigan dedicados a la propaganda política del dirigente de turno, y más que nada a procurar un cargo a sus amiguetes, familiares y otras clientelas de distinto pelaje. Naturalmente, uno empezaría su extinción genocida por ese mausoleo que es hoy TVE,  luego seguiría por Telemadrid, los siete canales catalanes y terminaría, en plan artefacto fumigador de termitas, por todos esos profanadores de tumbas que son los maquis cimarrones del Canal Sur.
Al llegar a San Marcial, sólo había para cenar huevos, jamón de york y unas latas de espárragos. Después del banquete me metí en la cama y traté de descifrar la simbología implícita en Patmos, ya saben, uno de los poemas más inquietantes de Hölderlin; sin embargo, estaba tan cansado que me quedé dormido al duodécimo verso, pero antes de cerrar los ojos conseguí prometerme a mí mismo que al día siguiente, por hoy, saldría a disfrutar de la niebla otoñal de Zamora.